El presentimiento de la verdad: el mundo literario elegido y construido por Inés Arredondo (primera parte)



"Nací en Culiacán, Sinaloa. 
Como todo el mundo tengo 
varias infancias de donde 
escoger y hace mucho tiempo 
elegí la que tuve en casa 
de mis abuelos, en una hacienda 
azucarera cercana a Culiacán, 
llamada Eldorado"[1]. 

Con estas palabras empieza el breve texto autobiográfico que Inés Arredondo leyera en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes durante la serie de conferencias que se llevó a cabo entre el 10 de junio y el 12 de noviembre de 1965, en las que escritores como Juan Rulfo, Juan José Arreola, Ricardo Garibay, Rosario Castellanos, Carlos Fuentes, entre otros veinte, hablaron de su vida y leyeron parte de su obra.

El breve texto de Arredondo sería conocido como “La verdad o el presentimiento de la verdad”. En él se presenta a sí misma como quiere ser recordada y valorada, no con su nombre real, Inés Amelia Camelo Arredondo, ni con los datos que comúnmente se pueden consultar en cualquier archivo, como que naciera un 20 de marzo, en el mismo año que otros insignes escritores de medio siglo como Carlos Fuentes, es decir, en 1928; sino más bien desde una infancia escogida de entre los recuerdos, en un lugar que se encontraba entre el mar y la margen norte del río San Lorenzo, cuyo nombre habla de riqueza sin par y de ensoñaciones místicas, pero también de la locura y la desesperación en la que muchos cayeron por tratar de encontrar aquel mítico Dorado. 

En la realidad, Eldorado fue una hacienda azucarera que fundara en 1900 Joaquín Redo, cuyo hijo, Alejandro, al que Inés llegaría a conocer de niña, inspiraría algunos de los viejos pervertidos insaciables y exquisitamente cultos de sus cuentos y que, se dice, fuera uno de los célebres 41 que, mitad disfrazados de mujer, fueron descubiertos en una redada de la policía mientras llevaban a cabo una fiesta clandestina en la ciudad de México, en el año de 1901; entre ellos, se cuenta, estaban ilustres homosexuales de la época como Ignacio de la Torre y Mier, otro rico hacendado que fuera yerno de don Porfirio.

En la hacienda trabajó como administrador el abuelo de Inés, Francisco Arredondo, por el que sentía un gran cariño, hasta el grado de ser la razón de su nombre de escritora.

Lo que llegó a conocer Inés durante sus vacaciones a Eldorado fueron sólo las ruinas de un lugar esplendoroso que recrea así: “La hacienda comprendía muchos miles de hectáreas, y todos los caminos estaban bordeados de guayabos. El pueblo y el ingenio quedan circunscritos por kilómetros y kilómetros de huertas; huertas de lichis (o lychis) traídos de China, de cuadrados de la India, de caimitos del Perú, de nísperos del Japón, de mangos-piña, mangos-guayaba, mangos-pera”[2]. 

La elección de la vida, no de la que vendrá ni de la que se vive, sino de la que ya se ha vivido, será explicada por la escritora: “Al interpretar, inventar y mitificar nuestra infancia hacemos un esfuerzo, entre los posibles, para comprender el mundo en que habitamos y buscar un orden dentro del cual acomodar nuestra historia y nuestras vivencias”. Con estas pocas, pero reveladoras palabras, Arredondo pone de manifiesto de qué se trata la labor autobiográfica, en la que intervienen la invención y el mito que uno mismo construye de su historia para entender y darle sentido al mundo de la propia vida. Entre estas justificaciones, Arredondo busca darle también importancia a sus gustos e intereses, lo que al final será la materia de su obra. 

¿Pero qué nos dice lo que se puede constatar en las fuentes? Inés Arredondo fue la mayor de nueve hermanos. Hija del doctor Mario Camelo Vega y de Inés Arredondo Ceballos. En el Colegio Montferrant de Culiacán cursó la primaria y la secundaria, donde fue una estudiante brillante. Y como tuvo aspiraciones distintas de las de las demás jóvenes de la sociedad a la que pertenecía en su ciudad natal, decidió tener una educación profesional. Con la protección de su abuelo materno, parte a estudiar a Guadalajara, y en 1947 a la Ciudad de México, donde se inscribe en la Facultad de Filosofía y Letras, entonces en Mascarones. Opta por estudiar filosofía, pero tras una fuerte crisis espiritual, cambia a la Licenciatura en Letras, en 1948. Para recibirse, empieza a trabajar en la tesis "Sentimientos e ideas políticas y sociales en el Teatro Mexicano de 1900 a 1950", pero la deja inconclusa. Toma cursos de arte dramático y de bibliotecología, que luego le servirán para ganarse la vida. En la facultad convive con quienes después serán sus compañeros de generación y de aventuras intelectuales, y también con maestros determinantes en su formación.

Recibe por dos años consecutivos la beca del Centro Mexicano de Escritores (1961 y 1962), así como la de la Fairfield Foundation, en Nueva York (1962). Contratada por Rubén Bonifaz Nuño, trabaja durante un par de años en el Centro de Estudios Literarios de la UNAM, investigando la obra de Gilberto Owen,[3] pero sólo alcanza a elaborar un ensayo breve sobre la vida de su paisano.[4] Por fin se recibe como licenciada en letras en 1980, con la tesis Acercamiento al pensamiento artístico de Jorge Cuesta, aunque su pretensión era titularse de maestra con este mismo trabajo, como lo permitía la legislación universitaria cuando era estudiante.[5] 

En 1953 se casa con Tomás Segovia, con quien procrea cuatro hijos. Ayudándole a su marido, apoyándolo en su trabajo en algunas revistas, es como ella incursiona en el terreno de las letras, siendo indispensable para la formación de la Revista mexicana de literatura, aunque no aparezca su nombre en la mesa directiva. 

Luego, a raíz de la muerte de uno de sus hijos poco después de nacer, Inés Arredondo escribe su primer cuento, “El membrillo”, que se publica en la Revista de la Universidad en julio de 1957. Sacará a la luz tres libros de relatos y una pequeña novela: La señal, en 1965; Río subterráneo, en 1979, Opus 123 (que aparecerá como cuento en su siguiente libro), en 1983, y Los espejos, en 1988. También publica su tesis sobre Jorge Cuesta en 1982, así como sus Obras completas, publicadas en 1988 por Siglo XXI, en las que se encuentran reunidos los anteriores libros más “La verdad o el presentimiento de la verdad”, el breve texto autobiográfico del que ya hice referencia. En 1979 es reconocida con el Premio Xavier Villaurrutia por Río subterráneo.

Al final, en la última etapa de su vida, tuvo que afrontar serios problemas de salud. Muere a la edad de 61 años de un paro respiratorio, el 2 de noviembre de 1989.

(Continuará...)





[1] Inés Arredondo, Obras completas, p. 3.
[2] Ibid., p. 3.
[3] Cf. Claudia Albarrán, Luna menguante, p. 182.
[4] Cf. Revista de Bellas Artes, noviembre 1982, pp. 43-49.
[5] Cf. Albarrán, op. cit., p. 179, en la nota al pie.

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