José Revueltas

José Revueltas Sánchez nació en Durango en la muy significativa fecha del 20 de noviembre de 1914. Fue el noveno de un total de once hermanos. Como se ha dicho muchas veces, perteneció a una familia de artistas. Sus dos hermanos mayores, Silvestre, músico, y Fermín, pintor, fueron determinantes para su formación artística e intelectual. Silvestre (1899-1940) es considerado el mayor compositor mexicano; fue parte del movimiento nacionalista que intentara revitalizar la música clásica mexicana. Por su parte, Fermín (1901-1935) fue uno de los precursores del muralismo mexicano; participó junto a Rivera, Orozco, Alva de la Canal, Jean Charlot y otros en la decoración del Antiguo Colegio de San Ildenfonso, entonces la Escuela Nacional Preparatoria. Ambos fueron artistas comprometidos: Fermín perteneció al Grupo de Artistas Independientes ¡30-30! (1928-1930), que luchaba contra el anquilosamiento académico y apoyaba las Escuelas de Pintura al Aire Libre, donde se enseñaba a campesinos y obreros, mientras Silvestre fue parte de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (lear) (1934-1938), grupo que tenía una clara filiación comunista.[1] De ellos, José Revueltas diría en alguna entrevista:

Por la guerra civil que había en el país, mis hermanos fueron a estudiar a los Estados Unidos, en San Antonio, Boston, etcétera, y regresaron provisionalmente por los veinte y luego se establecieron en la capital. Fermín entró en San Carlos a completar sus estudios, Silvestre al conservatorio, aunque ya estaba formado musicalmente, y luego abandonó la ejecución para ejercitar la composición, aunque los entendidos dicen que era muy buen ejecutante. Llegaron en una época muy buena, cuando había un movimiento cultural muy interesante, pues ya se había consolidado la Revolución.[2]

Como puede leerse, José Revueltas habló siempre de sus hermanos con sobrada admiración y hasta llegó a afirmar que no tuvo su suerte en lo concerniente a sus oportunidades educativas, pues su padre, José Revueltas Gutiérrez, muerto en 1923, dejó a la familia sumida en graves problemas económicos, que llevarían al joven José del Colegio Alemán a la escuela pública, donde llegó hasta primero de secundaria, prefiriendo aprender de forma autodidacta.
Sin embargo, la suerte que Revueltas le atribuye a sus hermanos se puede interpretar como un mero decir, pues ambos murieron muy jóvenes y, de acuerdo con los indicios, a causa de afecciones relacionadas con el alcoholismo y la pobreza, que tampoco le fueron ajenos a José.
En bibliotecas como la Nacional, se apasionó el joven Revueltas por la religión y la vida de los santos hasta sufrir un gran desencanto que lo llevó a percatarse de la inexistencia de Dios. Sus inquietudes intelectuales lo llevarían entonces a descubrir al marxismo de la mano de teóricos italianos. En otra entrevista, esta vez otorgada a Elena Poniatowska, Revueltas se referiría a este hecho de su vida:

De los nueve a los once años fui muy religioso y tuve una crisis espiritual muy grave, muy seria: al extremo de que (como en el cuento de Bernard Shaw que buscaba a Dios) empecé a buscar a Dios en todas las religiones; me pasé tres años en la biblioteca estudiando religiones para ver cuál era la que me convenía y así encontré el materialismo vulgar, luego el materialismo dialéctico socialista de Kautski, hasta caer en el marxismo propiamente dicho.[3]

Su primer libro fue El luto humano, publicado en 1943, a la postre Premio Nacional de Literatura; sin embargo, ésta no fue su primera incursión novelística, pues hacia 1937 o 38 —como él refiere en el prólogo a Los muros de agua— escribiría El quebranto, cuyos originales le serían robados en una estación, aunque publicaría luego el primer capítulo en forma de cuento en Dios en la Tierra, que aparecería en 1944; para 1949, saldría a la luz Los días terrenales. Luego seguirían años de silencio narrativo debido a la censura autoimpuesta para reinvindicarse ante el Partido Comunista, si bien llegaría a escribir un par de novelas más, en las que sigue el realismo socialista al que debía ser fiel como militante nuevamente admitido: En algún valle de lágrimas, de 1956, y Los motivos de Caín, de 1957. En 1960 publica el volumen de cuentos Dormir en tierra y para 1961 su novela Los errores, que puede considerarse su obra más completa, donde, nuevamente expulsado del Partido, arremete contra el comunismo dogmático. En 1967 recibiría el Premio Xavier Villaurrutia por el conjunto de su obra. Publica en 1969 El apando, novela corta que se convertirá en su trabajo más aplaudido. Para 1974 dará a la imprenta otro volumen de cuentos, Material de los sueños.
A la par de que escribe su obra de ficción, se dedica a adaptar guiones cinematográficos haciendo mancuerna principalmente con el director Roberto Gavaldón. El primer guion que escribió fue El mexicano, adaptación del cuento homónimo de Jack London, dirigida por Agustín P. Delgado, en 1944, y el último el de El apando, junto a José Agustín, en 1975, que ya no lograría ver en pantalla, pasando por películas que se cuentan entre las mejores de nuestra cinematografía, como La diosa arrodillada (1947), protagonizada por María Félix y Arturo de Córdova, El rebozo de Soledad (1952), ambas de Gavaldón, o La ilusión viaja en tranvía (1953), de Luis Buñuel. También ejerció como maestro de cine tanto en el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (icaic) y en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (cuec). También incursionó en la dramaturgia: escribió las obras Israel, El cuadrante de la Soledad y Nos esperan en abril, publicadas en 1984 en El cuadrante de la Soledad (y otras obras de teatro).
No se pueden pasar por alto sus libros de ensayos, que nos muestran la diversidad de sus reflexiones: México: una democracia bárbara, de 1958; Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, de 1962; El conocimiento cinematográfico y sus problemas, de 1965; Apuntes para una semblanza de Silvestre Revueltas, de 1966, y Cartas íntimas y escritos de Silvestre Revueltas, de 1966.
Del mismo modo, trabajó como periodista. Se inició en el diario socialista El popular, dirigido por Lombardo Toledano, cubriendo las fuentes de los reporteros que descansaban; ahí llegó a encargarse de la nota roja. También fue redactor y periodista de otro diario socialista: El combate. Publicó en la revista Taller (1938-1941), donde escribieron también Octavio Paz y Efraín Huerta, nacidos ambos en el mismo año que Revueltas, por lo que suele agrupárseles como generación con el nombre de esta publicación. Colaboró en diferentes periódicos, como El Día, El Nacional y Excélsior, y llegó a ser editor de Espartaco, órgano de la Liga Leninista Espartaco, que fundó en 1960, luego de ser expulsado por segunda vez del pcm.
Su vida como militante empezó con su deseo de entrar en la Partido Comunista siendo prácticamente un niño, cuando a instancias de un tal Trotsky (Manuel Rodríguez) que trabajaba con él en una ferretería, se acercó como pudo al partido hasta que fue admitido.[4] Sin embargo, su militancia sufrió varios reveces a razón de sus expulsiones y la organización de nuevos grupos: en 1943 fue expulsado por primera vez del pcm junto con toda su célula, la José Carlos Mariátegui, lo que le daría tela de dónde cortar cuando en sus novelas habla de las purgas —conocidas tan bien por él— que se hacían al interior de los diferentes partidos socialistas. Intenta luego fundar otro grupo, el Insurgente, en el que confluyera toda la izquierda mexicana, pero el experimento fracasa. Se sumará entonces al Partido Popular de Vicente Lombardo Toledano, de 1948 a 1955, con el que a la postre tendría diferencias, pues Revueltas lo llegaría a considerar como un oportunista político. Después de quedarse solo en su lucha política, decide regresar al pcm, no sin antes renegar de su novela Los días terrenales y de su obra de teatro El cuadrante de la Soledad, y para 1960 sería nuevamente expulsado junto con otros de sus compañeros, con quienes fundaría la Liga Leninista Espartaco, donde, para no variar, se le proscribiría en 1962.
En 1968, atraído por el movimiento estudiantil, consciente de que la nueva lucha se encontraba entre los jóvenes, se instala en cu para estar cerca de los estudiantes y bridarles su apoyo, no como su líder, como la policía lo acusara luego de su detención, sino como el maestro diligente que respondía a las dudas de sus alumnos, les contaba sus experiencias, teorizaba en torno al movimiento y hablaba de un tema que para él era de importancia capital: la autogestión académica.[5]
Su activismo político lo llevaría a la cárcel varías veces. Andrea Revueltas y Philippe Cheron contabilizan un total de cuatro años y cinco meses de encierro en sus múltiples estadías. Su primer ingreso fue a sólo unos días de cumplir 15 años; tras participar en un mitin en el Zócalo es enviado a la correccional sentenciado a un año y un día, pero logra salir bajo fianza luego de seis meses. En 1932, organiza una huelga entre los trabajadores de la fábrica El Buen Tono, por lo que es aprehendido y llevado por primera vez a las Islas Marías, donde permanecerá diez meses; regresará por otros cinco meses a causa de una huelga de hambre en la prisión de Tlatelolco, a donde fue remitido luego de participar en un mitin de jóvenes comunistas. Tuvo algunas reclusiones cortas, hasta que en 1968 pasó 30 meses en Lecumberri acusado de ser el instigador del movimiento estudiantil; de ahí saldría en 1971, con su salud ya minada. Fallecería el 14 de abril de 1976.




[1] Dice Eugenia Revueltas en su artículo “La liga de Escritores Revolucionarios y Silvestre Revueltas” que “La lear tenía, en sus principios declarativos, el “decidido propósito de impulsar la lucha de clases por medio de la más rigurosa y amplia campaña intelectual a favor de las grandes masas obreras y campesinas”. [Eugenia Revueltas, “La Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios y Silvestre Revueltas”, en en Yael Bitrán y Ricardo Miranda (eds.), Diálogo de resplandores: Carlos Chávez y Silvestre Revueltas, pp. 174-181.
[2] Entrevista concedida a Magdalena Saldaña, “Uno de las mayores problemas del mexicano es ser acrítico por completo”, en Andrea Revueltas y Philippe Cheron (compiladores), Conversaciones con José Revueltas, p. 122.
[3] Entrevista concedida a Elena Poniatowska, “Vivir dignamente en la zozobra” (1975), en Conversaciones…, pp. 140-141.
[4]Cfr. “Vivir dignamente en la zozobra”, entrevista concedida a Elena Poniatowska en Conversaciones..., p. 143.
[5] Autogestión como la democracia del conocimiento, la democracia cognoscitiva y la participación de los alumnos como protagonistas de la educación.

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