Tres poemas (Intra solitudine)



I
Qué soledad

Qué soledad, dios mío, qué espanto de soledad.
Porque no hay manera de sólo quedarse viendo la retaguardia de las personas,
Sin trasnochar por los otros, a través de complicidades mundanas.
Qué espanto de silencio, qué escalofrío de remordimientos de lo no dicho ni hecho, de las deudas a todos mis muertos y a mis vivos,
Quedándose allá, cuando reía, allá a mis 25 nunca dados, muy poco compartidos, sin embargo.

Que lata de soledad insanciable, que se come también mi palabra, estos versos escritos con trabajo,
Qué impensado jardín de las delicias, vacío, sólo con la paleta de color, sin las figuras;
Qué insospechosa carga de vacíos que no regresarán,
Que ya se han ido, conmigo, con la que ya no será,
Hoy, mientras lo pienso…
Nada, nada, nada, nada, nada…



II
Aquí

Cómo me gustaría ser pequeña para ti, pequeña y frágil para ti.
que me hubieras visto cuando parecía una muñeca de alfiler, y quedar como desmayada luego del amor,
para sentir que eres capaz de alzarme en andas, como si no pesase,
como si entre nosotros no hubiera nostalgia, ni huelgas, ni clandestinas ganas de volar.
me gustaría volver a ser tuya,
volver al pasado del beso que ahora sé que era un poco más que eso,
volver a las cansadas horas del sueño taciturno, sin sombra de amenazas, del ultimátum de amor que no se cumplirá.
a ti te regalaría cien pájaros de sombra que te cantaran en sueños, cien voces que te llevaran hasta la eternidad, hasta la luz azul
para que luego te viera regresar angélico y sin la pesadumbre que te tiene
intocable,
impensable
insensible a lo que los dos somos al tocarnos. Ya no hay más electricidad en nuestro abrazo, pero no es por falta de amor, es el cansancio de ser quienes somos años después de lo que fuimos;

son las ganas de volver a ser peregrinos de cuerpos adolescentes que eran los nuestros, los del espejo, los de la cama.
cómo me gustaría usar ese disfraz
para abrazarte antes del amor
y sentir de nuevo esa idolatría sagrada
la sonrisa púrpura la carcajada que tantea nuestras ganas
las perdidas ganas de ser
uno en el otro
hacia el otro
recobrado

Epílogo
No habrá motín esta vez
Dejaré que se vayan quedando ciegas las profecías
No te diré lo que es cierto
Te dejaré cruzar la avenida
para que cambie el salobre de la premonición: ya no viviremos ninguno de los dos en el alero del otro
Hemos recobrado las ganas, sí, simplemente las ganas
Ésa es la esperanza
                               la dimisión y la derrota




III
Mínima reflexión
Una incongruente soledad nos unió.
No es que después haya desaparecido, sólo se volvió más apretada,
como quien dice, más llena de gente.
Pobres incautos.

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